Tras ayudarle a recoger sus cosas después del encontronazo que nos dio cita entre el pasillo de blancos y verduras, charlábamos a paso lento hacia las cajas. ¿Para qué es el artefacto? Para llevar a cabo un experimento señor. ¿Cómo dice que se llaman? Bi-no-cu-la-res. ¡Ahh vaya artificio de nombre! parece un instrumento muy sofisticado ¿para qué sirve? No se crea don, simplemente acerca más la visión de las cosas. Entonces mucho cuidado ya que esas cosas resultan ser un arma de doble filo, si viera lo que me ha costado acercarme a la verdad de lo que nos rodea, la gente me tilda de loco pues soy filósofo, ya se imaginará. Pero bueno dígame ¿sobre qué trata el experimento? La mera verdad es para observar a mi nueva vecina desde mi cuarto. ¿Y luego? Verá: resulta que ya tiene un par de meses que le ando rondando camino a casa cuando sale de la vinatería. Me gusta mucho el canto de su cuello, acostumbra traer el cabello recogido y tengo curiosidad por saber cómo ve el mundo desde esa perspectiva. Quiero sorprenderla con un poema pues dicen que es artista y que mejor que escribirle con la mirada para no estorbarle. Sabe joven, esto me recuerda que en cada esquina aún deambulan infinidad de Werthers. ¿Werthers? Si, esos personajes fatalistas que adolecen todo a escondidas. Sonreí con disimulo, no tenía la más remota idea de lo que hablaba mientras intercambiaba los billetes con la cajera. No deje de mantenerme al tanto de los resultados y recuerde que la contemplación de una obra de arte debe de ser un acto desinteresado, no se confunda muchacho. Me entregó su tarjeta de presentación y se marchó. Gracias Don Arturo le dije.
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